Friday, November 18, 2005

Concomitancia Biunívoca

“¡Este post comenzará en 4 momentos!”,
-Anunció una voz histéricamente profesional.

Yo Soy Yo, también desde ahora represento a cualquiera y presto mi voz a quien aún no la tenga. Parece que hablo por mí, mas pronuncio lo ya pronunciado por centenares a través de los siglos. O quizás, ayer mismo…
Todos aquellos que no estén sentados frente a la pantalla, esperarán la siguiente sesión.
Lánguidamente, entrando en el vestíbulo de lo irreal y de lo ilógicamente posible, dentro de un auditorio grande y silencioso entran suaves pero hirientes, ideas que sofocan nuestro respirar, como si un cuchillo caprichoso hubiera decidido tajar el mundo en dos.
El post de esta madrugada, no es nuevo. A decir verdad han visto este post una y otra vez, en una concomitancia biunívoca pero imperceptible para la mayoría de ustedes.
El aire se torna pesado, el ambiente nebuloso. Entramos en un sueño caliente, ahí todo se encuentra fragmentado en 9,999 trozos de color oro-rubí. Aquí adentro estamos drogados, inmaculados; esperando nuestra medicina.
Paredes cortadas a pico vedan toda posibilidad de descenso. Y aún más que su aspecto irrevocable, lo más impresionante es lo que tienen de inesperado.
No me gustan las ventanas, las considero una pérdida de tiempo hacen que el viento sople a rachas, a borbotones, a ráfagas entrecortadas, como si fuera una enorme, cósmica, inhumana carcajada.

Y aquí, estando junto con el ángel simétrico, el monstruo de energía que devora conciencias, ponemos a prueba nuestros suaves y algodonosos sesos infantiles.
No soy luz ni tampoco noche. Crepúsculo; un engendro de verdad y mentira... bella mentira... Un injerto de desierto y luna.

Mañana entraremos a mi ciudad natal.

Quiero estar listo.
Sin pereza ni prisa, acompasado...sin prisa, sin reposo...como el tiempo que a ritmo se sujeta... ¡Sigue bogando ola avante!...
Kramer

Monday, November 07, 2005

José.

CAPITULO II: Psicología del niño y del adolescente.
El gusto de ser famoso sigue conmigo, ese gusto que mi alma dormida recuerda y aun sin importar como estoy ahora aviva el seso, para que un día despierte contemplando como se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando; cuan presto se va el placer y cómo después de acordado da dolor.

Después de la magnífica obra que hice de mi hermanito me llevaron a una gran casa blanca. Yo estaba encantado de vivir allí. Me dijeron que era un lugar reservado para chicos especiales como yo. Allí no había muchos niños, y mi contacto con el mundo exterior se reducía a las visitas que me hacía una señora alta y agradable que me hacía llamarla doctora. Recuerdo que era delgada, demasiado tal vez, solía pensar que jamás serviría como modelo de mis trazos, pues quedaría en el suelo una figura demasiado desgarbada como para impresionar al público. Recuerdo también que me decía que había matado a mi hermano y que eso no era bueno. ¡Como si no lo supiera! ¡Claro que lo había matado! faltaba mas. Que se pensaba esa mujer. Para crear hace falta destruir primero. Los mejores arquitectos deben tirar los edificios para hacer otros, los grandes escultores deben picar y romper la piedra para hacer sus formas. Yo debo de terminar con el cuerpo que encierra el aura para hacer mis siluetas en el suelo, así es el arte. La mujer, la doctora, dejo de visitarme al cabo de seis años cuando me dejaron ir al comedor comunitario.
Mi hábil soledad se obstinaba en la tarea minuciosa y dura de esperar, soportando la caja de artificios vanos, la intriga del resorte, la impaciencia de los números romanos, la indiferencia de las manecillas y la pesadez de la dentada rueda; mientras el cielo estampaba los colores de un transcurrir sin cesar de día tras día.

Pensé, pensé mucho en porque la eternidad poco le importa eso de si la vida es larga o corta; las horas pasan pero el tiempo queda.
Durante las largas noches, las paredes de mi habitación asfixiaban mi pensar mientras me desahogaba dibujando sobre el vaho depositado sobre el cristal por mi aliento, la silueta de una olorosa luna
verde. Como es que el cielo tiene tanta estrella oculta, parece mirar la noche de luna. Parecía que mi alma tenía música culta.

Cinco años después vino un señor gordo y me dijo que mis padres habían muerto, y que nadie podía pagar el lugar en el que estaba, así que debían trasladarme a un reformatorio estatal. No me importó la muerte de mis padres a no ser por la rabia que me dio no haberles podido inmortalizar en el suelo, uno a cada lado del retrato de mi hermanito..

Pasaron los años, y el director del reformatorio, un hombre pequeño y moreno, vino un día a visitarme a mi habitación, me dijo que me había inscrito en un programa de reinserción social, puesto que parecía un buen chico.
Era momento de un cambio, ya los doctores me habían fastidiado, todos esos galanes de lenguaje infinitamente variado, que se insinúan por la rima en los favores de los pacientes, se hacen bien pronto despedir por la razón. ¡Por Dios! Un hablador no es mas que un charlatán, una poesía no es mas que una balada. Una buena pierna se fatigará, una espalda robusta se encorvará, una barba negra se pondrá blanca, una cabellera rizada se convertirá en calva, una cara bonita habrá de marchitarse, unos ojos llenos de vida se hundirán; pero un buen corazón con la sensibilidad suficiente para plasmar con una simple tiza el abigarramiento de sentimientos acumulados en el cascajo del cuerpo humano, es el sol y la luna, o, más bien el sol y no la luna, pues la luz del sol es radiante y no cambia jamás, sino que conserva su curso invariable al igual que yo.

Salí del reformatorio público el veintinueve de Febrero de mil novecientos veintiocho. Me mandaron a una residencia de solteros y me encontraron un trabajo en un pequeño museo cercano al lugar donde vivía. Las largas horas que pasaba sin hacer nada en aquel museo las gastaba pensando en como me gustaría poder llegar a ser expuesto en una gran sala, y pusieran una silueta firmada con mi nombre. Todos estos pensamientos fueron alimentando poco a poco de nuevo mis ansias de fama, de esa fama de la que ya había experimentado un poco y que me llamaba desde lo más profundo de mí ser. Fue así como decidí hacer un ciclo, una trilogía de obras que culminaría con una cuarta, una inesperada obra maestra que dejaría estupefactos a todos mis seguidores...
Kramer.
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