Sunday, February 26, 2006

José.

CAPITULO IV: Momento No.2

La segunda parte de este ciclo no tardo mucho, estaba eufórico tras el éxito por mi trabajo. Tras el enorme placer que me supuso dibujar de nuevo un blanco contorno. El segundo fue mas rápido, mas apresuradamente, no pude estarme con él tanto tiempo como con la pequeña.
Fue de día, durante el trabajo. El museo era cede de cinco expositores, todos ellos muy jóvenes y exacerbando sinsentido; no era que me había dejado influenciar por la edad: joven, niño, adulto; no son mas que insulsos índices que asfixian la esencia del ser. Eso lo se, porque yo desde pequeño había sido siempre yo, el genio que aun ahora tras mi última obra sigo siendo y lo seguiré siendo por la eternidad. No fue tanto la edad lo que había perturbado a mis sentidos, sino la ambigüedad de la obra pictórica de poco gusto para mi entender. Permanecí callado, mirando, mirando, observando, observando; que más podía hacer. Me aproxime a un cúmulo de gente que se habían arrimado a conocer a uno de estos chiquillos que se afirmaba conocedor y artista, de pronto comencé a proliferar repentinos espasmos de asco, un sentido de repugnancia irrumpió mis venas en ese instante.
La gente junto con el chiquillo permanecía en silencio admirando unos cuantos garabatos malogrados, montados raquíticamente en una de las paredes de la galería.
-“¿Y cuánto tardaste en esta pintura?”. Preguntó una voz a lo lejos.
El chiquillo permaneció callado por treinta segundos, me imagino intentando lograr un escaso sintagma que pudiera satisfacer momentáneamente aquella pregunta.
-“En éste tarde un día, en aquel tres horas y en el de allá una hora”. Replicó aquel chiquillo con voz que reflejaba pesadumbres, apatía, como si apenas estuviese aprendiendo a unir silabas.
En ese momento, por si fuera poco el malestar que había incidido en mi esos garabatos expuestos; aquella voz había penetrado lentamente, muy lentamente debajo de mi piel, en mi mente podía percibir una increíble desazón, un picor que estremecía mis entrañas, un desabrimiento y una insipidez insoportables en mi boca. Que efecto inclemente y desagradable había causado aquel chiquillo vanílocuo en mí. De cuanta aversión gozaba ya este personaje espontáneo.
No tenía la intención de ser inflingido por más tiempo de estas repugnantes sensaciones; di media vuelta y fui por una copa de vino, o algún bocadillo que apartara el mal sabor de mí. Mi sorpresa fue que al voltear, el chiquillo se encontraba a un lado mío intentando discernir cual copa de vino debería tomar. Sin pensarlo detenidamente tome una copa, a la cual, estando en contacto con la palma de mi mano, vertí todas esas desavenencias, toda esa savia convertida en ponzoña, todo ese cúmulo de inmundicia que el y nadie mas que el había provocado en mi interior. Extendí mi brazo y se la ofrecí con un gesto de elocuencia, gentilidad y amabilidad que solo un genio como yo podía fingir ante semejante tedio que provocaba aquel infame individuo.
- Le dije, “salgamos de este mundillo asfixiante por un instante, vayamos al jardín deseo tratar acerca de sus obras”.
No se que tipo de veneno impregnaba el vino de aquella copa, lo que si es cierto es que antes de haber llegado al jardín, calló en el vestíbulo donde estuvo retorciéndose como una serpiente, hasta que al final arqueo la espalda y murió liberando una estrepitosa arcada. Quedo tieso como estatua. Un poco de sangre salía de su boca. La limpié con cuidado. No podía permitir que un reguero de sangre estropeara mi obra manchándola con un asqueroso rojo carmesí. Dibuje rápidamente pero dejándome enajenar por la forma, acuñándole sabor a lo iracundo; mi mano se movía rápidamente, de aquí para allá, de abajo hacia arriba, de derecha a izquierda; de vez en cuando volteaba para asegurarme que nadie me observaba, estaban tan “cautivados” por los garabatos del chiquillo que poco les importaba el autor. Mientras, la tiza me conducía por los rincones más estrechos y más recónditos de aquel cuerpo que poco a poco dejaba salir la belleza de aquella criatura en la que se encontraba cautiva. Poco a poco estaba libertando la frescura que se agazapaba dentro de ese inútil saco de huesos, poco a poco pero a paso veloz se encontraba mi mano, mi ser, logrando paliar las terribles sensaciones que momentos antes me habían atormentado. Aquella silueta había sido terminada en menos tiempo de lo que se lleva un abrir y cerrar de ojos. Aquella silueta era en si un deleite de sabor y dulzura, contrario a lo que había sido en algún momento la expresión de vida que le dio forma.

Tiempo después notaron la ausencia del chiquillo y lo encontraron, y lo contemplaron y lo contemplaron ahora como una obra mía, una obra de arte. Al día siguiente salió en todos los medios, “Suicida joven pintor se descubre como asesino en serie”.

Me ensimisme en mis negras llagas, esta vez saturadas de insipidez.

¡Tuya fue la amargura y la falsedad,
mas la verdad que solo yo he podido engendrar en ti,
te ha suplantado con autenticidad!
Kramer.
DERECHOS RESERVADOS

4 comments:

"aZuLsOyYo" said...

nada es como parece pero no se puedo uno acostumbrar a la realidad por uqe pesa y mucho .

que tengas un buen dìa .

Anonymous said...

Me contactaste por Hi5, entré a tu profile, entré a tu blog... y sigo preguntándome por qué me has contactado?
gzejel@hotmail.com

:::lola::: said...

Las histirorias extrañas con finales inesperados que son lo mejor que puede pasar ja ja

Edus said...

No manches!!! cada que tengo oportunidad de leerte me tienes en un suspiro cortado por la tension y la angustia de lo que ira a suceder...me encanta ...simplemente fascinante...un beso