Monday, March 13, 2006

a. er, D.N.A.

Si… tú… la de sonrisa dorada, cándida y deslumbrante, princesa que debe arder en llamas de viento para seguir existiendo; anhelo confesarte algo:
Fábula que interpela mi realidad y mi existir, ¡posiblemente! Pero ni la leyenda ni la verdad pueden nada en contra de la inmortalidad que profiere mi diestra, infringiendo nuevamente el mar de silencio que contiene blanca graveza, con tersa negrura, Excitas pureza y piedad; eres alegre y risueña; naces de la aspiración y espiración de un instante de vanidad y jactancia; mortal e inmortal, mujer del sur, dueña de vientos alisios, antigua musa divina, diosa triple, aliento sagrado, eres la fuerza vital en el aire, que como un fuerte torrente que se encrespa sobre los olmos, sosegas mi cerebro del sabio juicio, ensimismándolo con el rimado verbo que hace vibrar al mundo del amor. Encontrando ambrosías que inspiran y enamoran, tus ojos de musa hipnotizante cual vigoleros, someten la elegía que nos derrumba y revive en la nostalgia, siempre con una aureola de volubilidad perspicaz y optimista, mas ligera que una pluma amante del movimiento; Castor y Pólux y el segundo inmortal de mutaciones.¿Porqué mágico poder esos ojos brillan y mis ojos tienen estrellas, si no estoy llorando? Pienso entonces, que aún perteneces al lugar oratorio, territorio del sol, a esa parte del día que domino con gran autoridad, a la cual el gran León de Nemea me confirió, pero de la que desesperadamente huyo. No siento el calor del fervor, pero tampoco tengo frío, es entonces que levanto mi vista al cielo, y descubro que tu, convertida en viento, vapuleas cenizas a Heliópolis, gozando así de inmortalidad y tus ojos transmutando a yescas adquieren deprisa esas estrellas infames que embelleces con tu canto embriagador. Voy tras una quimera, o una utopía; el mar cambia de colores, el cielo también, el viento muta cada vez que se lo propone; pues será que la vida y el amor también lo hacen...Mi mente se agota, en un sueño de princesas, de castillos, caballeros y dragones, mi corazón toma vuelo, mi mano se extiende e irrumpe en el viaje de la luz. Corazón en suspenso, mi latido se anula. Mi mente despierta… no creo lo que veo, dos nombres sustantivos similares pero opuestos se vislumbran en el reflejo de tu faz, pero en esencia la misma mujer. No me olvides princesa mía. Y si tú matas el recuerdo, yo tendré la sentencia acordada y bellida de recordar lo que tú olvides.
Kramer

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