Tuesday, September 27, 2005

La 14ª. Sinfonía de Kramer

Sentado frente a la máquina de escribir Kramer dejaba que sus manos galoparan libremente sobre las teclas, sin saber exactamente a dónde lo conducirían las palabras que iban salpicando la superficie del papel. Sentía un texto poderoso correrle por las venas y dejaba que sus ideas salieran como por la válvula de una olla express. Creía que por fin podría cumplir su máximo anhelo, dejar el alma y la sangre sobre lo que escribía.
De pronto una cosquilla picante se le alojó en el brazo. Interrumpió el frenético ritmo que llevaba y se rascó. Se acomodó los lentes y siguió escribiendo sin darle mayor importancia al asunto. La siguiente punzada lo atacó en la rodilla, con tal saña que necesitó bajarse los pantalones para poder rascarse a gusto. La luz escaseaba, así que se paró a encender la lámpara con los pantalones en los tobillos; luego continuó acribillando a la cuartilla en cuestión.
Extasiado contemplaba cómo sus manos hacían que las letras se estrellaran contra la página como gotas de lluvia sobre techos de lámina. La diversión se cortó en seco cuando sintió un escalofrío, necesitó estirar ambas manos hacia la espalda, tratando de rascarse la maldita comezón que sentía. Siguió siendo aguijoneado por el picor hasta que debió alternar los dedos de una mano sobre las teclas y las uñas de la otra sobre su epidermis.
Un escozor terrible le recorrió de los pulgares a las ingles, como si cientos de cucarachas con patas afiladísimas le caminaran bajo los poros. Kramer comprendió entonces que se trataba de su novela. Era de una intensidad tal que la tinta no sería suficiente para plasmarla, y se lo estaba exigiendo.
Empezó a rascarse todo el cuerpo con la desesperación febril que unos momentos antes lo poseía al escribir, hasta que una primera gota brotó acompañada de un alivio casi orgásmico.

Su máximo sueño se había cumplido y sonreía, aunque su madre no lo comprendió cuando a la mañana siguiente lo encontró desollado sobre su máquina de escribir.
Kramer
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Monday, September 26, 2005

MI PERORACIÓN

Como por descuido, pero muy consciente de lo que estoy haciendo, muevo un poco el dedo meñique, apenas contrayéndolo. Enseguida se apagan mil novecientas estrellas que parpadeaban al sur de mi cabeza.
Inmediatamente después me rasco el codo, lo tomo con los cinco dedos de la mano y froto la piel hacia el centro, hago esto tres veces; y entonces no sólo vuelven a brillar las novecientas estrellas desaparecidas, sino que en un pequeño rancho, una yegua da a luz un par de blanquísimos pegasos.
Y aunque sé que no debo hacerlo, toco mi nariz. En el acto desaparecen, durante pleno vuelo y llenos de pasajeros, trece aviones de distintas aerolíneas, a lo largo y ancho del mundo, sin explicación alguna.
Después, como quien no quiere la cosa, sólo por no aburrirme en esta tarde roja, introduzco el dedo índice de la mano izquierda en mi oído derecho, mientras con la otra, hecha puño, tallo mis ojos. A continuación un árbol particularmente alto, en medio de un bosque en Toronto, Canadá, se llena de minúsculas arañitas brillantes que tejen a ritmo desaforado una postal perfecta de la Ciudad de Nueva York, que a los pocos segundos será deshecha por el viento. Al mismo tiempo, en Japón, un tigre de bengala consigue escapar de su jaula en el zoológico y antes de esfumarse frente cientos de horrorizadas personas, arrebata de los brazos de su madre a un bebé. Al otro lado del mundo un militar ordena la masacre de cierta población indígena, y tan sólo a tres edificios de donde ese miserable uniformado quiere prender fuego al mundo, una pareja joven, temblorosa, llena de esperanzas y repentino frío, se entrega por primera vez a ese mundo en peligro de incendio.
Entonces escucho un sonido familiar dentro de mi pecho, pongo mi mano derecha lentamente, buscando sentir ese feroz latido y recuerdo que no debo estar jugando con estas cosas tan delicadas. Trueno los dedos y digo algo en voz muy baja para que ni yo sea capaz de escucharme, eso que siempre digo cuando lo hago enojar.
Ahora... voy sintiendo poco a poco como me lleno de sueño... y me quedo dormido.

Kramer.
DERECHOS RESERVADOS.